sábado, 23 de noviembre de 2019

La herencia del padre: abandono y literatura


La herencia del padre: abandono y literatura
David Ochoa Solís


Tengo un animal singular mitad cordero, mitad gatito.
Es una herencia de mi padre.
Franz Kafka, “Un cruzamiento”



El que turba su casa heredará viento, …
 Proverbios 11: 29

                                                                                                                                                                                                                                                  
I
Se podría considerar que la herencia de nuestro padre, nuestro patrimonio, es necesariamente  un abandono. Herencia  y orfandad provienen posiblemente de la misma raíz.[1] De igual origen deriva también la palabra abandonado. Heredero y  abandonado tuvieron seguramente un sentido primero que no escapaba al devenir de la vida: usualmente se hereda de quien muere; al mismo tiempo que heredamos perdemos. ¿Qué heredamos? ¿Cuán aceptable nos resulta la pérdida?  

Las obras literarias pueden operar como “(…) grandes organizadores de la experiencia humana” (Wilson, 2007: 777), una de ellas es la muerte del padre y la herencia ¾material y simbólica¾ que recibimos y elaboramos. Analizaré en la novela Patrimonio. Una historia verdadera de Philip Roth, en la memoria Entre ellos, de Richard Ford y en el relato “Un Cruzamiento” de Franz Kafka las formas como estos textos literarios  proponen un sentido para la muerte del padre, así como para el patrimonio que heredan. Me ocuparé también de la perspectiva que presenta Walter Benjamin en “Franz Kafka en el décimo aniversario de su muerte” (Benjamin, 2018) sobre las obras de Kafka, especialmente sobre el relato antes mencionado, “Un Cruzamiento”.

Patrimonio y Entre ellos narran de diferente manera la muerte del padre. “Un cruzamiento” se ocupa solamente de la mirada del hijo sobre lo que el padre le heredó. Los textos de Roth y Ford son más  cercanos. En la novela de Roth el padre lucha con un tumor pretendidamente benigno que presiona el nervio facial y el cerebro, y que eventualmente causa  su muerte. El texto memorialístico de Ford se compone de dos partes que fueron escritas con treinta años de diferencia: la primera ¾“Su muerte. El recuerdo de mi padre”¾ sobre el su progenitor, un agente viajero que murió en 1960 cuando Richard Ford tenía 16 años. Patrimonio y Entre ellos son narrados en primera persona y se utiliza en ambos el nombre del escritor como narrador.

“Un cruzamiento”, como los textos de Roth y Ford,  es un relato en primera persona que nos sentir lo narrado como la experiencia de un individuo identificable con el narrador. Se puede atribuir al relato la configuración de una parábola, y consecuentemente, de una enseñanza moral.

En el relato de Franz Kafka el padre hereda al hijo un extraño animal  ¾“(...) mitad gatito, mitad cordero. Lo heredé con una de las propiedades de mi padre” (Kafka, 2001: 94), dice el narrador¾. Primero se comportaba más como cordero, después se equilibraron las conductas. Cuando van niños de visita se formulan preguntas sobre el animal. Por momentos parece que el animal pide ser sacrificado, pero como es una herencia no debe hacerlo, afirma el narrador.

II
En Patrimonio el abandono se empieza a fraguar con la transformación del padre ante la cercanía de la muerte. El padre ya no es lo que era, Philip Roth lo va reconociendo sin dejar de sorprenderle cómo ahora el padre no concede atención a lo que antes le parecía relevante,  “(…) cosas que le habían entregado las personas a quien él más quería, como muestra de su afecto” (p. 90). La muerte es el abandono consumado: el padre muere y Philip Roth se queda solo.  Y lo que más apreciaba de él es lo que desaparece, “la supervivencia, la calidad de sobreviviente, el sobrevitalismo (sic)”[2] (p. 125).

La herencia ¾tanto la que efectivamente recibió como la que le pudo otorgar el padre¾ la integran el cuenco de afeitarse, el dinero que ahorró y dejó a los hijos, y finalmente los tefelines[3]. El cuenco era un objeto que había pertenecido al abuelo, “[Y]a en 1988, lo que verdaderamente me sorprendía del cuenco, era que mi padre no lo hubiese tirado o regalado” (p. 28). Del abuelo al padre y de este al hijo: la herencia es irrenunciable y también inaceptable. Es como si uno no pudiera desprenderse de la herencia paterna.

Philip Roth era ya un escritor más que medianamente acomodado cuando su padre muere. El progenitor le comunica que tiene ochenta mil dólares y que piensa dejarlos por partes iguales a sus dos hijos; el novelista le dice al padre que él tiene suficiente dinero, que se lo debe dejar al hermano. Sin embargo cuando el padre muere la herencia es como un rechazo: “(…) me sentí repudiado, y el hecho de que mi eliminación del testamento fuera consecuencia de una decisión mía no contribuía en nada a suprimirme la sensación de haber sido apartado de su seno” (p. 104).

Finalmente los tefelines tampoco se los dejan a él y ello le resulta incomprensible.
No le pregunté  por qué no me los había dado a mí. No le pregunté por qué en lugar de devolverme todas las servilletas y todos esos manteles  y salvamanteles, no me había dado los tefelines. No los habría utilizado para rezar, pero si los habría tratado con especial deferencia, sobre todo después de su muerte. (p. 96).
Esta parte del patrimonio no heredado puede mirarse simultáneamente como un acto de despojo. Al negarle  los tefelines simbólicamente le sustrae una parte de la cultura.

III
El padre de Richard Ford era un agente viajero que vuelve a casa los fines de semana; el abandono inicial del hijo son esas ausencias cíclicas.  Cuando el padre se va, el mundo desaparece, y solo toma su rumbo cuando vuelve: “La vida es tan festiva como uno puede imaginar. Mi padre ha vuelto a casa otra vez” (p. 13).

Las ausencias vuelven al padre un desconocido. Richard Ford mira una fotografía del padre cuando joven y se pregunta: “¿Estaba nervioso en esa fotografía? ¿Entusiasmado?¿tenía miedo a fracasar? ¿Por qué, se pregunta uno, había dejado la diminuta Atkins (la capital mundial de los encurtidos), de donde era oriundo? Todo son incógnitas. (…). No sé cómo lo veía la gente”  (p. 17). El padre es una enigma. Comprender ese misterio  es algo que lo afecta profundamente: “La comprensión incompleta de las vidas de nuestros padres no es algo que les afecte a ellos. Nos afecta solo a nosotros” (p. 28).

La vida del padre es como una negación de la vida del hijo y de la madre, “Pero lo que importaba aquí realmente, y lo que nos importaba a mi madre y a mí, era cómo percibía él la vida y cómo la vivía” (p. 68). Cuando  el padre muere todo se altera: “Cuando mi padre murió, todo cambió…”. Su muerte es como una segunda privación: “Mi padre, como he dicho, nunca había estado mucho en casa a causa de su trabajo, y esta nueva ausencia -la muerte- …” (p. 111). Pierde al padre y pierde lo que inspiraba el progenitor en él de vida.

IV
La herencia en “Un cruzamiento”, (Kafka, 2001), como habíamos dicho anteriormente, es un animal extraño. El relato se concentra en describir cómo es ese animal y narrar cómo viven el hijo y el mundo alrededor, ¾a través de los ojos del primero¾, los vínculos con ese bicho. La primera línea del relato anuncia los parámetros propuestos, “Tengo un animal singular, mitad gatito, mitad cordero; Lo heredé con una de las propiedades de mi padre” (2001: 94).

Del gato tiene las uñas y la cabeza. Ronronea, huye de los gatos, ataca a los corderos, su lugar favorito son las tejas, no puede maullar, le repugnan las ratas, acecha a las gallinas y “no ha aprovechado jamás la ocasión de matar” (p. 94). Del cordero tiene el tamaño  y la figura, corre como loco y es difícil de alcanzar. Ya como animal crecido participa de la naturaleza de ambos.

En domingo, cuando los niños van de visita a la casa del narrador, se asombran delante del animal y se formulan preguntas maravillosas, “ésas que ningún ser humano puede contestar: por qué hay sólo un animal como ése, por que lo tengo precisamente yo, si antes que él existió ya otro animal así y cómo será una vez muerto, si se siente muy solo, por qué no tiene cría, cómo se llama, etcétera” (p. 95).

El hijo no sabe qué es lo que heredó, no entiende por qué lo tiene, no conoce el  nombre del animal ¾uno de los problemas es poder nombrarlo¾; si bien el animal tiene parientes políticos, no existe ningún consanguíneo, y no es posible  imaginar el futuro. El heredero confunde su identidad con la de la herencia. Delante de problemas de negocios, y sin saber cómo resolverlos, advierte “…con el animal en sus rodillas, casualmente que de los larguísimos pelos de su barba goteaban lágrimas. ¿Eran mías? ¿Eran suyas? ¿Tenía también aquel gato con alma de cordero ambición humana?” (p. 95).

El relato concluye destacando el vínculo inalterable entre el narrador y la herencia, el papel activo que lo heredado juega en la vida del narrador:
Tal vez el cuchillo del carnicero fuese una liberación para este animal, pero como lo he recibido en herencia debo negárselo. Por eso tendrá que esperar a que el aliento le falte por sí, a pesar de que, a veces, me mire con ojos humanamente comprensivos, que incitan a obrar comprensivamente. (p. 96).

¿Qué le heredaron? La herencia del padre es una especie de materia maldita de la cual no se puede desligar, es, como dice Walter Benjamin, un anatema.

V
Walter Benjamin encuentra que el anatema que sufren ¾heredan¾ los hijos se gesta en el ámbito familiar. Max Brod refiere una conversación con Franz Kafka en la que Brod[4] pregunta si había esperanza fuera del mundo que conocemos, Kafka responde “Oh, bastante esperanza, sí, una esperanza infinita solo que no para nosotros” (Benjamin, 2018: 160), y el autor de Iluminaciones comenta:
Estas palabras enlazan con esas excepcionales figuras kafkianas que se evaden del seno familiar y para las cuales tal vez haya esperanza. No para los animales, ni siquiera para esos híbridos o seres enmarañados, como el cordero-gato de “La cruza” o el Odradek[5]. Todos ellos viven más bien en el anatema de la familia. No en balde Gregorio Samsa se despierta convertido en bicho precisamente en la habitación familiar; no en balde el extraño animal, medio gatito, medio cordero, es un legado de la propiedad paternal; … (p. 160)
La ausencia de salvación se asocia a la familia y particularmente al padre. Walter Benjamin transita del análisis de la degradación de los funcionarios, particularmente en El castillo, a la de los padres, “Pero  nunca serán más terribles que cuando surgen de la más profunda degeneración, que no es otra que la de los padres” (p. 157).

Walter Benjamin postula en  Franz Kafka una consonancia entre el mundo de los funcionarios y el de los padres: “Son muchos los indicios que demuestran que, para Kafka, el mundo de los funcionarios y el de los padres son en realidad idénticos” (2018: 157) y la mugre es el elemento vital del funcionario, concluye así mismo el autor de Iluminaciones.
A la posadera de El castillo[6] «le resultaba totalmente incomprensible por qué tenía que haber ese ajetreo de interesados y funcionarios. “¡Pues para poder ensuciar las escaleras!”, le había contestado una vez uno de los funcionarios, probablemente furioso. Pero a ella esta respuesta  le pareció de lo más convincente». Hasta tal punto es la suciedad atributo de los funcionarios que casi podría considerárselos como unos inmensos parásitos. (2018: 157).
Walter Benjamin recupera la “arcaica relación padre-hijo” para destacar el poder que el padre tiene sobre su vástago. El hijo violó las reglas del paraíso y vivirá  eternamente en pecado: “El padre sancionador es asimismo el padre acusador y el pecado del que acusa al hijo vendría a ser una especie de pecado hereditario” (p. 158).

VI
Heredamos, a la muerte del padre, algo que no esperábamos, ni queríamos. Y no sabemos qué es, ni para qué habrá de servirnos. La herencia puede constituirse en una prueba de rechazo y también en una maldición. La maldición consiste en que habremos de repetir el mismo ciclo.

La muerte del padre genera abandono y revela que el padre fue un desconocido y que, paradójicamente, el hijo es ahora el padre. A nuestra muerte heredaremos tempestades pues quizá, o inevitablemente, sembramos vientos.

La literatura puede hacernos sensibles y advertirnos sobre las vicisitudes del futuro. También permite explicarnos el pasado. Mostrarnos cómo han vivido o pueden vivir otros seres humanos. El mundo inabarcable de la literatura proporciona, por supuesto, otras lejanías.  


BIBLIOGRAFÍA

Benjamin, W. (2018). Iluminaciones. Madrid: Taurus.

Ford, R. (2017). Entre ellos. Barcelona: Anagrama.

Gómez de Silva, G. (2016). Breve diccionario etimológico de la lengua española. México: Fondo de Cultura Económica.

Kafka, F. (2001). La muralla china. Cuentos, relatos y otros escritos. Madrid:  Alianza Editorial.

Roth, P. (1991). Patrimony. A True Story. New York: Simon & Schuster.
_____ . (2019). Patrimonio. Una historia verdadera. Barcelona: Debolsillo.

The American Heritage Dictionary of the English Language. Boston: Houghton Mifflin  Company. (1996).

Wilson, E. (2007). Edmund Wilson. Literary Essays and Reviews of the 1930S & 1940S. New York: The Library of America.



[1] Heredar “…del latín hered-, tema de heres, ‘heredero’  del indoeuropeo ghero- ‘heredero’  (quizá la idea de ‘abandonado’)  de ghe- ‘soltar; ser soltado’”, (Breve Diccionario de Etimologías de la lengua española, p. 342).  
Ghe-. To release, let go; (in the middle voice) to be released, go. Contracted from *ghea-. 1. GO; AGO, FOREGO, FORGO, from old English gan, to go, from Germanic variant form *gaian. 2. Suffixed form *ghe-ro-. HEIR; HEREDITAMENT HEREDITY, (HERITAGE; INHERIT, from Latin heres, heir (¿< orphan” <”berefit”)”. (The American Heritage Dictionary of the English Language (TAHD) (p. 2104)
[2] En inglés las palabras  usadas por Philip Roth son “survivorship, survivorhood, survivalism” (Roth, 1991: 125) que tienen un significado idéntico, sobrevivencia.
[3] La palabra “tefelin" no se registra en el Diccionario de la Lengua Española, tampoco en el Diccionario de uso del español de María Moliner. En inglés tefillin se define como “The phylacteries  worn by Jewish men” (TAHD,  p. 1844) , y  “phylacteries”, en su primera acepción, como “Either of two small boxes, each containing strips of parchement inscribedb with quotations from the Hebrew  Scriptures”. (TAHD,  p.1366)
[4] La conversación citada es referida por Benjamin en “Franz Kafka en el décimo aniversario de su muerte”. Brod fue compañero de la niñez de Kafka y fueron amigos hasta la muerte de este último. Se debe a Brod el rescate y publicación de buena parte de la obra de Kafka.
[5] Odradek es una criatura imaginaria que aparece en el cuento “La preocupación del padre de familia”, también de la autoría de Franz Kafka.
[6] El castillo es una novela de Franz Kafka en la que un personaje, simplemente llamado K, lucha incansablemente con una autoridad inescrutable por tener acceso al castillo.

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